Matías Lucuix fue el mejor argentino de todos los tiempos de futsal. En Tailandia 2012 sufrió una terrible fractura mientras gambeteaba a un rival. Según especialistas, tuvo una de las peores lesiones que puede tener un deportista en disciplinas que no son de contacto y le colocaron 20 tornillos. Esto lo llevó al retiro. Hizo la carrera de DT y el domingo dirigirá a la Selección en busca del título de Lituania 2020.

Matías nació el 20 de noviembre de 1985. Tiene apenas 35 años. Por su cara de pibe, más de uno cree que es más joven que sus dirigidos. Es contemporáneo de gran parte del plantel: Stazzone y Taborda son '86, Cuzzolino, Borruto, Brandi y Rescia son '87 y  Santos y Basile '88.

Lucuix está considerado uno de los jugadores más talentosos de la historia del futsal argentino desde sus tiempos en River Plate, club del cual es hincha. Es, para muchos, el mejor y el más brillante embajador albiceleste en la elite del deporte.

Jugaba de ala. Tenía una elegancia distintiva, técnica, habilidad, gol, panorama, inteligencia, mentalidad ganadora. Era capaz de definir de derecha o de izquierda. Cuando tenía 26 años ya descollaba en Europa. La curva de crecimiento no se detenía. Volaba rumbo a su plenitud. Llegó al Mundial 2012 como emblema de una Argentina que aspiraba a su 1º podio. Era el as p/potenciar lo colectivo y una de las estrellas que todos querían ver brillar.

En aquel torneo disputado en Tailandia, Matías empezó con nota alta y todo pronosticaba que firmaría una competencia a la altura de lo imaginado. Sin embargo, el castillo de ilusiones se desmoronó en el partido ante Australia cuando sufrió una lesión devastadora.

De acuerdo al análisis del Doctor Guillén, uno de los mejores especialistas del mundo y encargado de operarlo, la de Matías fue una de las peores lesiones de un deportista en disciplinas que no son de contacto violento continuo. Tenía rasgos de accidente de tránsito o lucha.

Ese 8 de noviembre, el destino le marcó triple fractura. Sí, triple, con desplazamiento del tercio distal del peroné, oblicua con tercer fragmento de tercio medio y distal de la tibia y también la del maléolo tibial interno. Le colocaron 20 tornillos y 2 placas.

Se insiste: sucedió cuando era figura en la mejor liga del mundo. De River fue a Segovia y luego a Inter Movistar. Matías encaró el proceso de recuperación con tenacidad e hidalguía. Le dijeron que tendría para 10 meses de recuperación.

Un año y medio después, arrastraba dos recaídas y nuevas intervenciones. Fue la primera vez que los signos de esperanza comenzaron a titilar y a amagar con esfumarse. Su equipo salía campeón, sus compañeros le dedicaban el título mostrando su camiseta, pero él no podía sonreír.

Le costaba mirar partidos o acercarse al plantel. Pasó de empezar a marcar una época adentro de la cancha a tener que lidiar con un final imprevisto, veloz y frío. Lo afectó mentalmente. Decidió hacer el curso de DT. Estar del otro lado no es lo mismo que estar afuera de todo.

Mati luchó por volver a jugar durante tres largos y sacrificados años (mucho de ese tiempo lejos de los afectos). Le puso punto final a la etapa de jugador poco antes de cumplir los 30 años. En su cuenta de twitter anunciaba que encararía nuevos proyectos deportivos.

Regresó a Argentina, su país, al que solo había visitado un par de veces durante ese vía crucis de tres años. Se respaldó en su familia para sanar física y anímicamente. Y un día recibió un llamado que fue un renacer, el de Diego Giustozzi, responsable de la selección nacional.

Diego le ofreció ser parte del CT. Mati fue una de las piezas que ayudó a Argentina a conquistar el Mundial 2016. El sueño no se cumplía pelota en pie, pero sí pizarra en mano. Ese día escribió: "El deporte y la vida siempre te dan la revancha!!! EN PAZ. Gracias

El domingo buscará el título. Mati ya dio la vuelta olímpica más importante. Adentro, afuera, con muletas y a paso firme, formando su propio camino y desafiando las pruebas del destino, las huellas de Lucuix en el futsal ya son indelebles. Siempre estarán presentes.