Martín Villagrán se despidió de Gimnasia: un legado con sello propio y trabajo en equipo
Levantó y vendió quiniela, hizo su casa como un albañil más, trabajó sol a sol con la pala, tenazas, carretilla y hasta hace labores de madera, con una experiencia en armado de muebles de interiores y terminaciones dignas de todo un especialista en la materia. Su vida dedicada al básquet, en la que se hizo camino con esfuerzo y sueños por cumplir.
Amigo de sus amigos, fiel compañero, siempre predispuesto a dar una mano con los demás, a sus hermanos, a su madre y que cuidó a su papá antes de su partida del plano de los vivos, además de ser un guardián para su hermana Laura, entrenadora de básquet, cuando sufrió un durísimo problema de salud. Pero también es el padre de sus dos hijos, a quienes extraña cuando sale de gira. Villagrán admite ser una persona normal y común, solo que cuenta con la dicha de ser entrenador de un deporte hermoso como es el básquet.
Fue José Pestuggia quien le dijo en 2003 si le interesaría dirigir mini-básquet e infantiles, cuando jugaba su último año de Primera.
Algunos cercanos piensan que tiene el “método Villagrán”, donde apunta al equipo, la contracción al trabajo, la unión grupal y el sacrificio que no se negocia.
Cultor del perfil bajo, del trabajo en colectivo, del “nosotros” antes que el “yo”, este exalumno de abogacía y luego profesor de Educación Física en el Instituto Nacional de Educación Física N° 810 piensa no solo en una faceta como entrenador, como cabeza de grupo, sino que la vida y sus experiencias lo llevaron a tener una sensibilidad que sus jugadores valoran.
A lo mejor ese respeto y valía que ponen en el técnico comodorense hace que muchos de sus “pupilos” hayan jugado con fiebre, lesionados, con problemas familiares y, sin embargo, apostaron por el “nosotros”, por el grupo puertas adentro, que por las fotos del éxito.
Él le da todo al equipo y a sus colaboradores, siente para muchos de una forma alocada, pero él no pierde de vista estar con los pies en la tierra. Ejemplo de eso y de la responsabilidad que lleva en sus hombros fue que dirigió tras la muerte de su padre, Jorge. A algunos allegados les dijo que era lo que su padre le había inculcado, junto con su mamá, que era siempre cumplir con el trabajo y que así debía ser.
“Lo que más genera satisfacción, y en este momento de terminar segundos, es el funcionamiento colectivo, y es lo más importante para alcanzar objetivos”, aseguró tras caer ante Instituto de Córdoba en la definición de una de las Copas Súper 20.
Martín Villagrán no esconde, y hasta lo marca con seriedad, pero con mucha distancia, la idea de que Gimnasia y Esgrima le transforma la mirada, lo hace pasar por infinidades de recuerdos, aquellos que hoy serán solo eso, y todo lo vivido en más de 30 años en un club, una familia, su segunda casa en la que vivió el deporte y descubrió su pasión.
Villagrán siente de una manera muy particular su vida al lado de Gimnasia y, a lo mejor, las vueltas de la vida, el deporte y su gran carrera profesional que forjó a diario lo llevarán a partir de este sábado por diversos caminos, fuera del “Verde” y lejos de su Comodoro.
Los partidos en la tribuna, el picar el balón de sus hijos, el abrazo con su hermana en los pasillos del Socios Fundadores y el saludo con mano levantada a los hinchas quedarán para otro momento.
Villagrán ya dejó de hablar con Pasta de Campeón, se encontró con sus hijos y los hace jugar y reír mientras descansa de un día que seguramente no olvidará jamás, por la carga emotiva.
Un exitoso entrenador argentino dice que el profesionalismo no sabe de sentimientos, pero cuando la vida transcurre y lo hace cuando lleva al club a sus hijos, es el devenir de las vueltas de la vida, aquella que para el “Villa”, ese chico que llegó del Club Domingo Savio, el hijo de Ida y el recordado Jorge, como la de los amigos y quienes lo respetan y admiran, buscarán su figura, aquella que tras 33 años se disipará a lo mejor por un tiempo, pero en donde siempre podrá volver.