Una historia de película: El comodorense que trabajó con Bianchi en la Roma, fue "profe" del Napoli y terminó como actor en la TV italiana
Del sur argentino a los vestuarios más exigentes de Europa, la vida de Javier Torrecillas es un viaje increíble marcado por la pasión, el estudio y las oportunidades inesperadas. Formado como preparador físico en Mendoza, su carrera lo llevó a trabajar con Carlos Bianchi en la Roma, a formar parte del cuerpo técnico del Napoli, y a convertirse en actor en la televisión italiana. Esta es la historia de un comodorense que supo reinventarse, dejar huella en el fútbol y sorprender también frente a las cámaras.
Poco se conoce en Comodoro Rivadavia sobre la vida de Javier Torrecillas. Nacido y criado en la ciudad. Jugó en Florentino Ameghino y en Calafate, terminó la secundaria y decidió mudarse a Mendoza para estudiar educación física sin saber que ese era el primer viaje de este trotamundos.
“Yo me recibí y estudié educación física en Mendoza y a los 21 tuve la suerte de poder entrar a un club grande de la provincia. Ya me gustaba la preparación y tuve un buen maestro”, cuenta Javier. Su carrera comenzó en Deportivo Maipú, club mendocino donde trabajó como preparador físico mientras aún estudiaba.
“Estaba en los juveniles y propuse crear que la tercera, digamos, que la reserva juegue el torneo de la Liga mendocina para formar a los chicos para el Nacional B, para que tengan un nivel de competencia más elevado”, comienza explicando a Pasta de Campeón.
Con esa idea, trabajó en las divisiones inferiores hasta que el técnico del primer equipo, Dominici, y el preparador físico subieron de categoría y Javier fue promovido con ellos. “Después llegó El turco Asad de técnico y le gustó que el equipo corría y me tuvo en cuenta.”
Tenía apenas 22 años y ya trabajaba en el Nacional B. “Estuve tres años en Deportivo Maipú, desde que empecé en la escuela de fútbol y fui ganándome espacios. Justo coincidió con el año que me recibía, en un periodo complicado, la hiperinflación”.
Javier recuerda con cariño aquellos partidos: “Jugamos en Chaco, con Chaco For Ever, La Plata, en Bolivar… Me dio el saber que la preparación era lo mío” El fútbol fue siempre su especialidad. “Me dediqué principalmente al fútbol. Mi mentor fue el profesor Rodríguez Nievas, un viejo de Mendoza que me daba los libros y me formó. También me especialicé en rehabilitación física.”
La aventura hacia Italia: de la ruta 7 a Europa
A pesar de su buena posición en Maipú, Javier sentía que debía conocer Europa. “Era el periodo de una crisis en el país y yo era muy joven. Decidí que quería conocer Europa. Justo estaba el Mundial de Italia 90 y los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, así que me dije ‘me voy a hacer este viaje’.”
Pero no fue un viaje cualquiera. Javier no tomó avión ni viaje directo. “Salí a dedo. Mis amigos me dejaron en Luján, en la Virgencita de Luján, en la ruta 7, para subir a Brasil.”
El plan era recorrer toda la costa brasileña trabajando como mozo y juntando dinero para cruzar a Europa. “Duró unos siete meses. Fui hasta Ceará, en el norte de Brasil. Tenía el dinero ahorrado para un pasaje a Europa, pero fui trabajando.”
Finalmente, en mayo de 1990, salió para Europa con el Mundial a la vuelta de la esquina. “Llegué a Madrid con $100 dólares en el bolsillo, con pasaje de ida y nada más.” Sin embargo, fue complicado el ingreso: “Me revisaron, decían que parecía traficante, que con esa plata sólo iba a estar dos días, y me mandaron de vuelta. Me subieron en el avión.”
Pero no se rindió: “El avión hacía escala en Lisboa, y cuando bajaron todos, yo dije ‘ahora o nunca’ y me bajé. Me quedé sin bolso ni nada en el centro de Lisboa. Dos días después me hicieron llegar el bolso y salí a dedo hasta Roma.”
Primeros días en Roma y el cruce a Francia escondido en un camión
Los primeros días en Roma fueron duros: “No tenía plata ni antes, ni después de llegar. Pero tuve suerte, la gente me ayudó mucho. Te llevan a comer, a la casa… fue una experiencia muy linda.”
Además, la Europa de entonces no era la que conocemos ahora: “No era Europa unida. En Francia no podíamos entrar sin visa, así que para cruzar tuve que esconderme en un camión. Pasé 20 millas y luego estaba la frontera italiana.” Finalmente, logró llegar a Roma y cumplir su sueño de estar en el Mundial.
Los primeros pasos de Javier en el deporte italiano
Tras su experiencia inicial en Mendoza como preparador físico en Deportivo Maipú, Javier emprendió un viaje que cambiaría su vida, aterrizando en Europa con una voluntad férrea y mucha humildad. Pero antes de volver al fútbol, su primer trabajo profesional en Europa fue en un ámbito distinto, el boxeo.
“Mi primer trabajo fue un gimnasio de boxeo. En Roma. Profesional, en Roma,” cuenta Javier. Se instaló en un barrio complicado, que él define como “el Bronx de Roma”, donde entrenó a jóvenes boxeadores, y no tardó en trabajar con figuras importantes. “Entrené un campeón del mundo, la ‘Panterita Mosquero’, un venezolano que fue campeón del Mundo. Adapté la preparación física al boxeo y me fue bien, fue una gran experiencia”.
Pese a que el boxeo le permitió conocer los límites extremos del esfuerzo físico, Javier sabía que su verdadera pasión estaba en el fútbol. “El boxeo es un deporte muy duro, muy violento, y el jugador de fútbol es más vago, le esquiva al esfuerzo físico, y uno se da cuenta que se puede dar un poco más,” reflexiona.
Su regreso al fútbol fue casi inmediato, apoyado por la formación que recibió en el CONI (Comité Olímpico Nacional Italiano), donde realizó cursos de preparación física y de entrenamiento. Fue ahí donde un club regional de la Serie D italiana lo contactó para sumarlo a su cuerpo técnico.
“Empecé en Checano, un club a 40 km al sur de Roma, en la Serie D, un fútbol semiprofesional. El entrenador era Mario Sensi, un italiano que me dio espacio cuando nadie me conocía, y con quien trabajé varios años.” Mario Sensi aún hoy es un amigo y mantiene su pasión por el fútbol, ahora con un club propio en Roma.
Después de varios años en el fútbol regional, llegó su salto a un club con estructura profesional, el Venezia. “Trabajé en el sector juvenil de Venezia, que en ese momento estaba en la Serie B y quería potenciar su cantera. Me pidieron que hiciera tests y preparaciones para detectar jóvenes talentos.” Javier tenía 31 años y, gracias a su matrimonio con una italiana, ya contaba con la documentación para quedarse.
Finalmente, su trayectoria en Italia lo llevó al club más emblemático donde trabajó: el Napoli. “Me llamaron del Napoli por un director deportivo con quien había trabajado en Venezia. Me sumé como segundo preparador físico en la primera división, en la temporada 2000-2001,” recuerda.
Fue un momento muy especial para Javier, ya que coincidió con figuras históricas del club. “Estaban jugadores como Pampa Sosa, Ratón Ayala —que estaba lesionado y yo lo ayudé con la rehabilitación de rodilla— y Edmundo, una bestia con un potencial enorme.” El técnico era Zeman, y después Corvelli, presidente que había apostado por un proyecto sólido, aunque luego un cambio dirigencial terminó con sus aspiraciones. “Estuve un año y medio en Napoli. Trabajaba con la tercera división, con Antonio Porta que era técnico. Llevamos a los chicos a un torneo en Viareggio y hacíamos un buen trabajo con la primavera. Pero cambió el presidente, y se rompió todo ese proyecto.”
A pesar de los vaivenes, la experiencia en Napoli fue un punto culminante. “Fue muy curioso trabajar con esos nombres, y esa etapa me abrió puertas para seguir creciendo”.
Roma, La Lodigiani y el vínculo con el cuerpo técnico de Bianchi (1996–1997)
Antes de su llegada a Napoli, Javier vivió una etapa muy formativa en la capital italiana. Primero, en La Lodigiani, el histórico “tercer equipo de Roma”, con un enfoque centrado en el desarrollo juvenil. “Era un muy lindo club, con estructura de primer nivel. Tenía gimnasio, campos de fútbol y un hotel donde incluso se alojaban equipos como Juventus cuando jugaban en Roma”, recuerda.
Allí trabajó durante dos años junto al técnico argentino Gaucho Morrone, un personaje entrañable que había tenido una extensa carrera en el fútbol italiano. “Formábamos jóvenes que después se vendían a las primeras de Italia”, cuenta sobre aquel proceso de formación que combinaba lo deportivo con lo humano.
Fue en esa misma etapa donde surgió la posibilidad de colaborar con el cuerpo técnico de Carlos Bianchi en la Roma, junto al reconocido preparador físico Julio Santella, en lo que fue un breve paso del Virrey por la Serie A.
Javier no integró oficialmente el cuerpo técnico, pero sí tuvo un rol clave en tareas de evaluación física, especialmente en áreas como fuerza explosiva y velocidad, en un momento en que comenzaban a usarse nuevas tecnologías para medir el rendimiento. “El profe Santella, gran persona, me dio un espacio. Yo me dedicaba mucho a ese campo y él me permitió colaborar”, destaca.
Una de las anécdotas más recordadas de ese tiempo tuvo como protagonista a un joven Francesco Totti. “Carlos, todavía en Roma te buscan porque vos querías vender a Totti”, le decía en tono de broma. Pero aclara: “No era así. El presidente tenía una emergencia económica y necesitaban vender. Y Totti era el joven prometedor. Carlos no tenía nada que ver”.
El paso de Bianchi por Roma duró apenas unos meses, pero Santella se quedó un tiempo más en la ciudad por cuestiones familiares, y ese período selló una relación de amistad con Javier que se mantendría a lo largo de los años. “Nos juntábamos a hablar de fútbol, a preparar entrenamientos… ahora lo volví a ver en Buenos Aires y fue una alegría enorme”.
El refugio en Boypeba: del fútbol al mar
En medio de tantos años de idas y vueltas por el fútbol europeo, Javier encontró un rincón donde frenar. Fue en Boypeba, una pequeña isla en el noreste de Brasil sin autos, con apenas 3.000 habitantes y rodeada de naturaleza. "La conocí hace años, me gustó y me dije: acá quiero hacer mi refugio para después".
Así nació Caballitos de Amar, una posada construida por él mismo, con dedicación y amor. Compró el terreno en 2008 y empezó a levantarla en 2012. Al principio, era solo un lugar de descanso al que viajaba cuando el fútbol lo permitía, unos días entre temporadas. Pero la pandemia cambió todo.
Estaba en Argentina, de visita, cuando el mundo se detuvo. Se quedó siete meses con sus padres y decidió no volver a Italia: "Preferí vivir en esa isla que en ese momento era un refugio, mientras todo estaba parado". Desde entonces, su vida cambió por completo. Se instaló de forma permanente, amplió la posada —que hoy cuenta con seis habitaciones y su propia casa— y convirtió ese lugar en su nueva forma de vida. "Antes viajaba yo, ahora recibo a los que viajan", dice con una sonrisa. Entre el sol, el mar y la calma, Javier cerró una etapa y abrió otra, lejos de los clubes pero cerca de sí mismo.
El costado actoral: del gimnasio a HBO
La otra cara de su historia —literalmente— es su etapa como actor secundario en series europeas. Todo comenzó casi por accidente, en 1998, cuando lo vieron en un gimnasio en Roma y le ofrecieron hacer un papel. “Por esta cara de indio, de sudamericano”, dice entre risas.
Desde entonces, cada tanto se sumaba como extra en producciones que buscaban perfiles bien marcados: gladiadores, bárbaros, mafiosos colombianos. “Nunca estudié actuación, lo mío era el fútbol, pero me divertía mucho”. Su momento más alto fue en la serie “Rome”, una megaproducción de HBO y la BBC rodada en Cinecittà, donde interpretó al jefe de una banda de bárbaros que desafiaban al poder romano.
También participó en publicidades —como una de Wilson filmada en Jordania— y otras series italianas. “Con lo que ganaba en dos semanas de rodaje me pagaba los pasajes para venir a ver a mi hijo. Era mi hobby, una etapa muy divertida”, recuerda. Una vida tan multifacética como inesperada.
Javier no duda cuando se define: “Soy un aventurero del mundo”. Nunca le tuvo miedo a lo nuevo, ni a mudarse, ni a reinventarse. Lo movió siempre la curiosidad, el deseo de crecer y una profunda gratitud por la educación que recibió en casa.
“Mis viejos me dieron las herramientas para estudiar, y yo aproveché esa posibilidad al máximo”, cuenta. Así fue como se formó como preparador físico profesional, con un doctorado en Ciencias Motoras en la Universidad de Roma y una especialización en Coverciano, el centro de elite de entrenadores en Italia. Eligió no ser director técnico, sino profundizar en su pasión por la preparación física, la evaluación y el desarrollo de jugadores. Su recorrido por el mundo, desde Comodoro a Europa, de vuelta a Argentina y luego a Brasil, fue posible por esa formación sólida y por una personalidad inquieta, siempre dispuesta a lanzarse al próximo desafío.