Este martes se apagó una de las figuras más queridas del fútbol comodorense. Antonio “Ruso” Makotic, símbolo indiscutido de Jorge Newbery, falleció dejando un legado imborrable en la memoria de quienes lo vieron dejar el alma en cada pelota dividida, en cada clásico, en cada aliento desde la tribuna.

Marcotic fue mucho más que un número 5. Fue el alma del mediocampo del “Lobo”, un jugador que combinaba fuerza, entrega y un sentido táctico que lo hacía destacar aún sin los lujos de otros. 

Los pibes de los años 70 lo idolatraban desde la tribuna, mientras su padre –infaltable detrás del alambrado con su gorra de visera– respondía con orgullo cuando lo apodaban “Ruso”.

Su historia se engrandece con anécdotas que hoy se cuentan con admiración. Como aquella final frente a Boxing de Río Gallegos, donde el relator Julio Ernesto Portela lo describía como un jugador de nivel internacional, lamentando que no hubiera nacido en Buenos Aires, porque “de haber sido así, estaría jugando al máximo nivel”.

Antonio Markotic, el "5" que se ganó el respeto de todos y el corazón del pueblo de Newbery

Markotic fue seleccionado una y otra vez para representar a Comodoro, no por casualidad, sino por su carácter: era una “topadora” en el mediocampo, con un cabezazo demoledor y una personalidad que lo convertía en líder natural. Nunca se achicaba. En las divididas, casi siempre salía ganando.

Un día, después de ganar un clásico, anunció en el vestuario que había jugado su último partido. Se fue en silencio, sin estridencias, como los grandes. Se instaló en El Calafate, donde emprendió con éxito una nueva vida, aunque cada tanto regresaba a Comodoro.

Este martes se conoció la noticia de su fallecimiento, pero el club Jorge Newbery alcanzó a realizarle un merecido homenaje poniéndole su nombre a la platea alta del club.

Antonio Markotic, el "5" que se ganó el respeto de todos y el corazón del pueblo de Newbery