Opinión / columna exclusiva PDC

Arrancó el fútbol argentino de la mano de la prestigiosa Copa Argentina. River Plate venció 7  a  0 a Central Norte e Independiente le ganó 8 a 0 a Central Ballester. Desde que la Copa Argentina volvió al ruedo, fueron las mayores diferencias que un equipo le haya propinado al otro. La diferencia fue abismal. La superioridad duró más de 90 minutos  e incluso los resultados pudieron  ser más abultados.

Esta asimetría en el campo de juego fue analizada por especialistas quienes adujeron que la misma se basó en profesionales y amateurs. Otros hicieron hincapié en la preparación previa al partido: unos pretemporada y amistosos en EEUU y otros trabajando en sus respectivos empleos para ganarse la vida.

Otros opinólogos deportivos se centraron en las nuevas tácticas superofensivas desarrolladas por los cuerpos técnicos. Algunos más detallistas expresaron la falta de competencia de los equipos del eliminado torneo  Federal B.

También se pudo escuchar decir a periodistas, como una situación anecdótica, que muchos jugadores pidieron los días en sus respectivos lugares de trabajo porque tenían un partido con un tal River o con un tal Independiente, cargado de sarcasmo y con un dejo de humor, pero a la vez contado contradictoriamente como un hecho de heroísmo.

Esta es la realidad de nuestro fútbol del interior. Nuestro querido fútbol del interior, que es igual a decir que es la realidad de nuestro Futbol Argentino.

Lo más importante a destacar o la diferencia más profunda que se ha abierto nuevamente es la indiferencia,  esta es la palabra que mejor describe el resultado de estos últimos partidos de Copa Argentina.

La “indiferencia” tiene una analogía extraordinaria con nuestra sociedad actual. Es una palabra que no resuena fuerte, pero que mata de verdad. Todavía suenan en el inconsciente varios equipos de primera con una bandera que decía “No maten al futbol del interior “, o “3000  familias se quedan sin trabajo“. También se escucharon declaraciones de directores técnicos de primera división con el mismo discurso  “por favor no maten al futbol del interior“.

Es lo que sucede en un montón de ámbitos. Expresamos una situación que no quizás no sentimos, pero quedamos bien ante la sociedad. Si analizamos tranquilamente nos preguntaremos ¿qué hizo realmente  el gremio de los jugadores por esta situación? ¿Protestó realmente? ¿Tuvieron empatía para con sus colegas semi-profesionales o amateurs? El gremio de los directores técnicos  o cualquiera de sus tres listas que se empiezan a disputar el poder en las elecciones de este año  ¿Salió al cruce en defensa de todo los cuerpos técnicos que trabajan en la categorías de ascenso del interior?

¿Creíamos que con una bandera, un trapo  y algunos videos por whats app esto se iba a revertir? Demagogia. O quizás en el fondo tanto no les afectó.  Opino en apoyo y encima quedo bien, pero nada más: hasta ahí llego mi amor.

El futbol es muy importante en la vida de los argentinos, por eso ciertas cuestiones que giran alrededor del mismo  son pequeñas muestras de lo que sucede en la sociedad argentina.  Esta indiferencia a los problemas del otro, estas indiferencias en las necesidades del otro está infiltrada en todos los ámbitos: familiar, laboral e institucional.

Estas “indiferencias” son las que nos terminan por definir quiénes somos realmente, por nuestros actos  y no por nuestras palabras. En el momento en que cada uno de nosotros en su círculo más íntimo comencemos a no ser indiferentes con el prójimo, sin dudas empezaremos a ver una luz de esperanza y una luz de cambio que ilumine a todo el país y por qué no a nuestro fútbol también.